*Dale play y empieza a leer :)
Cuando el primer
paso de Marly Velásquez se volvió luz en la pasarela, Andrés y Felipe se
miraron a los ojos y se leyeron la mente. Inmersos en una frágil burbuja de
música clásica y ninfas, se aislaron del caos que se había formado tras bambalinas.
Al otro lado, se escucharon los suspiros de su público y las delicadas notas de
un piano y un violín. Las modelos se transfiguraron en deidades aladas. Una por
una, parecían flotar cubiertas en delicadas telas y diminutas plumas.
Todo fue una teoría
hasta ese momento. La teoría de un maquillaje soñado por Pajón y Cartagena. La
teoría de una paleta de color que evocara los atardeceres paisas. La teoría de
una iluminación que asimilara la calidez de Medellín. Y la teoría de una solemne
armonía que encadenara los elementos. Ellos querían que la música fuera la
protagonista en las sensaciones del público, y fue esta la que guió cada una de
las prendas por la pasarela y junto a ellas fue cambiando suavemente. El
universo de Andrés Pajón transformó el recinto en un jardín salido de un lienzo
de Henrietta Rae.
Las lágrimas.
Mucho antes de
Colombiamoda 2015, Andrés Pajón y Felipe Cartagena, los directores creativos de
la marca Andrés Pajón, ya estaban tocando puertas en la ciudad. En el 2014
compartieron una pasarela con otras dos marcas, pero era el momento de tener su
espacio, su propio cosmos en donde pudieran ahormar su estética a su antojo.
El camino para
encontrar un patrocinador fue complicado, pero cuando su equipo llegó a la
puerta de Yves Rocher, una compañía francesa de cosméticos, esta accedió a ser
su patrocinarlo. Después de tres meses de exploración, contaban con un cheque firmado
para legitimar y construir su sueño.
La dicha fue
destrozada cuando les dijeron que ya no había espacio para ellos dentro de la
feria del 2015. La noticia pasó por encima de su esfuerzo y pisoteó sus logros.
Ahí llegaron las lágrimas. Junto con la
tristeza, la rabia y la impotencia.
Felipe no se
rindió en ese instante. Tenía en sus manos los recursos suficientes para
plasmar el imaginario de la marca en una presentación como fuera que la
quisiese hacer. Más unidos que nunca, programaron un viaje a Nueva York para
buscar inspiración y los textiles con los que volverían a estructurar las
típicas siluetas de la marca.
Un día antes del
vuelo, sonó el teléfono. Los llamaban de Inexmoda, diciéndoles que hacían parte
del selecto grupo de finalistas del proyecto Épica. Y recordaron entonces, que
en febrero, cuando buscaban a su patrocinador, se inscribieron para participar
en el programa de innovación y emprendimiento. Épica, contaba con la
participación de aproximadamente 250 empresas, y Andrés Pajón, acompañada de
otras cuatro, estaba en la mira para tener un espacio en la feria.
Después de cada
reunión a la que asistían, y al ser esta opción algo tan vacilante, Felipe y
Andrés seguían con la motivación de construir su visión de una manera
independiente. Pero en el ultimo encuentro, les informaron que la Alcaldía de
Medellín estaba interesada en apostarle a la marca. Ellos se miraron y les
presentaron sus dos condiciones: La primera, que el desfile destilara glamour
hasta por los poros, y la segunda, que todo se tendría que realizar bajo sus
reglas. La marca contó con una plaza propia en Colombiamoda 2015.
Las ninfas.
En las calles de
Nueva York, Felipe se dio cuenta de su error. ¿Por qué buscar inspiración ahí? Para
él como creador, la inspiración llega con lo que se tiene cerca, en lo que los
ojos se posan todos los días; con lo que se siente, y con la gente que conoce.
Ellos encontraron entonces su tema: Medellín. Y fue casi instantáneo como
llegaron a su cabeza los naranjas, los rosados, los amarillos y los brillos de
los atardeceres de la ciudad.
La feminidad
siempre ha sido una de sus premisas. La mujer le da vida a la marca. Para ellos
Medellín es un lugar especial y mágico, es un jardín de hadas y de ninfas. Un
jardín en el que el espíritu de la gracilidad y la delicadeza nutre todo lo que
lo habita. Por eso querían que cada prenda tuviera vida propia, que tuviera
elegancia y delicadeza, y que sus movimientos fueran fluidos como los de las
damas que los inspiran.
Fue entonces
como todo se convirtió en el jardín de la eterna primavera. Un lugar en donde
las sedas, las lentejuelas, los jersey, los satines y las piezas de swarovski
flotaban al antojo de sus ninfas. Donde las plumas parecían hacer parte de sus
cuerpos. Donde los colores de los ocasos se transformaban en tejidos pulcros e
impecables que oscilaban finamente al igual que sus cabellos. Donde las
orquídeas podían adornar los rincones del cuerpo. Se transfiguraron en siluetas
de sirena e imperio, vaporosas y ajustadas. Andrés y Felipe contaron el secreto
de las deidades antioqueñas.
Las
colaboraciones que se dieron para la colección que se venía en camino ya se
trabajaban desde meses antes a toda la faena con la que la marca estaba
cargando. Con La Libertad, una joyería de Medellín, la alianza venía desde
aproximadamente diciembre del 2014 y fue ahí donde nacieron las orquídeas
doradas. Con San Ángel se pudo desarrollar el calzado, y con Natalia Melguizo siempre
hubo una conexión, y gracias a esta, pudieron reinventar el típico carriel
antioqueño para transfigurarlo en su versión más exquisita. Ha sido un éxito en
ventas. De ahí empezaron a llegar los reconocimientos, como el premio Cromos de
la Moda a Accesorios y Complementos.
En las
mediciones creyeron que iban a tener un poco de privacidad, pero sucedió
totalmente lo contrario. Reunieron en un gran salón a los diseñadores con sus
diseños; Francesa Miranda, Falabella, Punto Blanco. Cada uno en una de las
esquinas, y las modelos iban corriendo de aquí a allá probándose vestidos. Pero
los ojos siempre estuvieron encima de los atardeceres y las plumas.
Ellos juntos,
siempre han sentido que se pueden leer la mente. La colección tenía la
identidad de la marca, la perfecta combinación entre la estética clásica y
barroca de Andrés, con el minimalismo y la depuración apasionada de Felipe. Con
sus miradas sabían instantáneamente que se corregía y que se explotaba, que
salía y que se escondía.
El tiempo.
El día del
desfile Andrés vio salir el sol desde su baño. Desde el amanecer, ya los
nervios se habían manifestado haciéndolo vomitar. Creyó que estaba enfermo.
Felipe, por el contrario, se encontraba en un estado de serenidad utópico para
lo que iba a suceder unas horas después.
Pusieron la
colección en su carro y a las siete de la mañana, Andrés y Felipe ya estaban en
Plaza Mayor. Jorge Duque los invitó a su desfile que era a la una de la tarde,
tres horas antes del suyo. Quince minutos después, los nervios de Felipe
estallaron. Vomitó, tembló y cayó en cuenta de lo que había en juego. Todo
sucedió demasiado rápido para él. Trataba de apreciarlo, pero parecía que duraba
segundos. “El tiempo no es oro, el tiempo es vida”, dice el tatuaje que tiene
en el antebrazo derecho.
“¿Usted dónde
estaba?” le preguntaban a Andrés. “¡Ya empezaron a arreglar a las modelos!” le insistían,
pero sus nervios lo abstraían de lo que estaba sucediendo. “Faltan todavía tres
horas, no entiendo”, les respondía Andrés. “Faltan tres horas, pero su desfile ya
empezó”, concluían.
Andrés se puso a
correr de un lado a otro ignorando las vibraciones en su bolsillo. Una cada dos
minutos. Dos cada minuto. Hasta que se fueron intensificando tanto que le
resulto imposible ignorarlo. Cuando agarro el celular, la cantidad de mensajes
que estaban apareciendo en la pantalla parecía inverosímil.
“¡Me parece el
colmo que me haya quedado afuera, yo soy tu cliente!”, escribía una mujer
desesperada. Pero solo entendieron lo que sucedió cuando fueron a hablar con
los encargados de la logística en la entrada del desfile. Aproximadamente
trescientas personas estaban afuera intentando entrar, pero ya todas las
ubicaciones dentro estaban ocupadas. Familia, amigos y clientes, vieron el
desfile en una gran pantalla afuera de la Caja de Madera.
Cuando el último
paso de la modelo concluyó con la música, Andrés y Felipe se miraron y se
leyeron la mente. Ya la frágil burbuja se había destruido con la cantidad de
abrazos que les daban. Las modelos se lanzaban encima de ellos, y los
periodistas intentaban apartarlos de su estado de fantasía. En cierto modo, lo
que realmente deshizo su estado, fueron los aplausos que se escuchaban al otro
lado. Aplausos que se vieron silenciados por los gritos del público, y que
después se convirtieron en silbidos. Sus ninfas habían conquistado a los
espectadores.
Fue injusto que
tuvieran que ver todo a través de una pantalla en donde los blancos estaban
quemados, como si la belleza de esas mujeres fuera demasiada para la resolución
de ese simple televisor. Tal vez fue el hecho de que estuvieran flotando
delicadamente por la pasarela. O tal vez que los reflejos de los accesorios
dorados combinados con los colores pastel, se transfiguraran en el último rayo
de un sol cansado que atraviesa las montañas antioqueñas, lo que hechizó al
público. Ellos dos no lo vieron, pero sintieron cada paso, cada movimiento y cada suspiro.
Una mano tocó el
hombro de Andrés. La cara de Aníbal Gaviria Correa lo miraba fijamente. Le
extendió su mano y le dijo “Yo no sé nada de moda. Yo no sé nada. Pero yo
escuchaba a todo el mundo suspirando, veía los vestidos volar. Siento mucha
gratitud porque dimos con lo que era”.
El futuro.
Al día siguiente
del desfile, Elizabeth Bowring los miro a la cara y se echó a llorar. Los
abrazó y los tomó de las manos. “Gracias por hacerme sentir moda”, les dijo
mientras se secaba las lagrimas que cruzaban su rostro. Bowring, es una típica
señora inglesa y la directora de pasarelas de WGSN, la plataforma virtual que
analiza e investiga tendencias a nivel global.
Elizabeth les
contó además como la gente se había opuesto a que fuera a Medellín. Le
argumentaron la inseguridad, la falta de diseño y la falta de un sistema moda
establecido. La de Andrés Pajón fue su primera pasarela, y desde que vio el
primer vestido empezó a suspirar. Les contó a ambos como no pudo dejar de
suspirar durante los catorce minutos que siguieron.
Las ninfas de
Medellín fueron al Minerva Fashion en Guadalajara acompañados de WGSN, y
también a Miami por cuenta de ellos mismos. Y en el camino, Felipe se encontró
a una conocida a la cual le alquiló una galería en el barrio TriBeCa en Nueva
York. Empacaron todos sus sueños y se fueron a la gran manzana a exponer su
colección en un showroom. Muchos compradores los visitaron, la mayoría latinos
y la mayoría ahí por redes sociales.
Pajón y
Cartagena quieren cambiar el concepto de marca en Colombia. Quieren crear un
estilo de vida para sus clientes. En el 2016, la marca lanzará tres colecciones
más, Otoño-Invierno, Primavera-Verano y una línea de novias, para concluir con
una incursión a la cosmética y a una experimentación con notas olfativas para
lanzar un perfume. La producción crecerá así como su participación en el
mercado internacional.
La exploración
sigue presente en Andrés Pajón. Las expediciones por su jardín de ninfas,
todavía flotan en sus imaginarios. La marca seguirá construyendo el lenguaje de
autoría colombiana para el mundo, de una manera etérea que a través de la
delicadeza y la solemnidad hechiza hasta los no creyentes.
Muy bonita la historia, te felicito.
ResponderBorrarMuchas gracias!
ResponderBorrar